martes, 11 de enero de 2011






República Dominicana es un contraste. En el 2010 su economía se colocó por encima de todas las predicciones regionales, alcanzando un crecimiento de 7.8%, mientras las condiciones de vida de la mayoría de la población quedaron como inevitables indicadores de pobreza, y hasta de pobreza extrema.
A pocos metros del despliegue de elevados y estaciones de metro que se aprecia en Santo Domingo, capital de la República, se mantienen inertes los cordones de miseria humana. Allí sobreviven Ruth Delania y sus seis hijos, dentro de una casucha de madera tan incierta como el plato de comida que los pequeños verán en el día.

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